Oh Dios, tú que siempre has llevado la vida a su perfección plena mediante el paciente crecimiento, dame paciencia para guiar a mis alumnos a lo mejor en la vida.
Enséñame a usar los móviles del amor y el interés; y sálvame de la debilidad de la coerción. Ayúdame a vitalizar la vida y a no limitarme a ser un mercader de hechos...
Que yo sea tan humilde y que me mantenga tan joven que pueda continuar creciendo y aprendiendo mientras enseño.
Que pueda aprender las leyes de la vida humana tan bien que, redimido de la insensatez de la recompensa y el castigo, pueda ayudar a cada uno de mis alumnos a encontrar una devoción suprema que los impulse a darse por entero.
Y que esa devoción concuerde con tus propósitos para el mundo.
Concédeme la gracia de luchar, no tanto para ser llamado maestro sino para serlo; no tanto para hablar de ti sino para revelarte; no tanto para referirme al amor y al servicio humano, sino a poseer el espíritu del amor y el servicio; no tanto para referirme a los ideales de Jesús sino para revelarlos en cada acto de mi enseñanza.
Líbrame de sumergir mis labores en la mediocridad ayudándome a tener siempre presente el pensamiento que, de todas las actividades humanas, la ENSEÑANZA es en gran medida, la tarea que tú has estado haciendo a través de todas generaciones,
Amén.