«Judá, tus hermanos te alabarán. Tu mano estará sobre el cuello de tus enemigos, y los hijos de tu padre se postrarán ante ti. Eres un cachorro de león, oh Judá; vuelves de cazar, hijo mío. Se agacha y se recuesta cual león; y como leona, ¿quién lo despertará?» (Génesis 40: 8-9)
En este pasaje, Jacob/Israel bendice a cada uno de sus doce hijos, prediciendo su futuro. Nosotros, como judíos mesiánicos que somos, descendemos (ya sea por sangre o por fe) de Jesús (Ieshúah), que es de la tribu de Judá. Algunos de nosotros, sin saberlo, aunque Jehová lo sabe, descendemos también por sangre de ésa tribu.
Aquí Judá es comparado a un león, y el estandarte de la tribu de Judá — y el de Jesús es un león (“El león de Judá”). Así, el versículo de arriba predice el futuro de Judá y de sus descendientes, que prevalecerá sobre las otras 11 tribus. Eventualmente, nosotros, los seguidores por sangre y por fe del León de Judá reinaremos en el Milenio -que se aproxima como un tren expreso, sobre el mundo entero – mas no sin antes traer consigo la prueba final para todos los creyentes en el mundo.
Lo primero que debemos aprender es que, a partir de este momento, podríamos decir que estamos en guerra contra el enemigo y sus sirvientes humanos. Si usted y su familia no aprenden estas reglas dadas en este pasaje, para cuando VEA la guerra con sus ojos físicos, ya va a ser demasiado tarde para aprender nada. Es ahora, cuando todavía queda un poco de tiempo que hay que aprender y aceptar y prepararnos mental, espiritual y físicamente.
Para adiestrarnos para esta prueba final y pasarla, sería muy bueno que leyéramos el libro de Josué (Iehoshúah).
El rey David le dice a su hijo Salomón (1ª Reyes. 2:2) casi el mismo consejo:
“Sé fuerte y muéstrate como un hombre”.